La imagen de este niño nos acerca a una infancia alegre, imaginativa, como si nada perturbara el paraiso, su paraiso, que es la infancia. Se le supone un niño amado y protegido, bien alimentado, vestido, escolarizado, que sueña en viajes, en juegos, en amigos...Es una infancia con pequeños deberes como es estudiar y los derechos que todo chiquillo debe tener. Esta imagen nos aleja de la otra infancia, la de la pobreza, del sufrimiento, desesperanza, explotación, exclavitud, manipulación...Sinónimos centrados en seres desvalidos que son juguetes incluso de quienes se erigen en defensores de sus derechos. Porque no todo adulto que se acerca a ellos busca la efectividad real. "Famosos oenegés" mediáticos son ejemplos-salvo honrosas excepciones- de tal cinismo que convendría seguir sus actuaciones para analizar si éstas son punibles. Famosos que crean FUNDACIONES u ONG y tienen en catástrofes naturales un excelente aliado para aparecer en medios de comunicación abrazados a los niños delante de un letrero que lleva el nombre del famoso...El lector/lectora registra en su insconciente "qué bueno es este famoso, que generoso" y empatiza, no con el niño, sí con el adulto generoso. Pero detrás de ese gesto, el famoso es quien rentabiliza realmente el acto: recibiendo ayuda del Estado, desgravando como titular de la fundación o de la oenegé; su buena imagen repercute en contratos de marcas comerciales como eventual modelo publicitario...Con las fotos de la desgracia de la infancia proliferan en proporción directa todo un mercado de indecencia bajo el epígrafe "SOLIDARIO/SOLIDARIA, acrecentado en épocas de crisis económicas como la actual porque por ende, lo solidario permite también vender lo que cuesta vender, atraer al consumidor, de manera que se busca al "consumidor sensible": juguetes, conciertos, cacerolas, subastas, calendarios, cremas, juegos, deportes, programas de televisión con sus telemaratones...Es como una especie de serenata repetitiva: ¡"Pipas-caramelos-bolas-solidarios"!.
Desde la distancia, es fácil imaginarse a estos famosos mediáticos en una reflexión diaria "transcendental": ¿"Qué hago hoy, voy al gimnasio, me tatúo, me pongo piercings, me doy botox, relleno mis labios, voy con mi coach personal de compras por las millas de las grandes firmas, me pongo extensiones en el pelo, me compro el último blackberry, adopto o salvo a un niño"?. Todo es un, cómo lo llamariamos, un pack, un paquete construído en la mayoría de los casos con desverguenza en el que mezclan elementos agitados por egocéntricos sin escrúpulos que necesitan el aplauso social, figurar donde sea y como sea; sujetos que son valorados, no en una sociedad pensante sino en una sociedad aparente como sinónimo de lo postizo, falso, artificial, fingido. Y es en esta sociedad donde se premia lo aparente en la que la proliferación y valoración de estos indecentes FAMOSOS OENEGÉS son estimados como esenciales para solventar las tragedias protagonizadas esencialmente por la infancia desfavorecida. En una sociedad pensante, se exigiría de las Administraciones Públicas que buscaran mecanismos para fomentar, controlar y hacer efectiva la ayuda de los paises ricos a los paises en los que no se dan los mínimos Derechos. Coordinar las entidades sin ánimos de lucro en las que trabajan seriamente mujeres y hombres realmente altruistas que aportan conocimientos, trabajo, generosidad en una entrega llena de sacrificio.
Un beso fraternal es el único alimento de la niña hambrienta
En una sociedad pensante, sería posible-si no la empatía en la conciencia social-al menos el egoismo empático; algo así como "seamos generosos con los niños desfavorecidos hoy y mañana la sociedad no sufrirá su acción como adultos" porque un niño que vive la miseria humana en todas sus manifestaciones- explotación sexual - las probablididades de ser un adulto miserable serán grandes y entonces, en ese futuro, convendría recordar a Bertolt Brecht cuando escribió "llamamos violento al rio que arrasa con todo lo que se encuentra, pero nadie habla de la violencia que lo oprime", es decir en el orígen de esa opresión, la causa que provoca el efecto.
Y mientras, en la sociedad del consumo desaforado, en la que la frivolidad es el paradigma del buen vivir y sentir, millones de niños caminan por un trazado de injusticia en todas sus variantes: explotados con fines comerciales por sus propios padres, niños de la calle, explotados por su propia familia laboral y sexualmente, famélicos, analfabetos, enfermos, sometidos a trabajos forzosos, niños soldados, objeto habitual en el turismo sexual en paises publicitados como "exóticos", víctimas de secuestros por grupos mafiosos, asesinados para el comercio de órganos humanos...Niños que se convierten en estadística para los organismos internacionales y cuyas cifras, de tan frecuentes, parece haber insensibilizado al mundo privilegiado. Tomemos como mínimo ejemplo una de las últimas valoraciones que UNICEF ha publicado: más de 225 MILLONES DE NIÑOS SON EXPLOTADOS SEXUALMENTE AL AÑO...Cuantitativamente es impresionante. En una sociedad basada en valores, la acción del adulto se transformaría en el beneficio a los niños de todo el mundo. En esta sociedad de apariencias, el maleficio sobre la infancia se cubrirá con una estadística que crecerá año tras año...Y si hay famosos mediáticos, más.
Este niño forma parte de la estadística de las hambrunas
Un día de esta semana, jueves15, internet ha reseñado especialmente la celebración del DÍA DEL NIÑO. Las celebraciones son motivo de alegría, festejo al que no han podido ser invitados millones y millones de niños de todos los continentes porque no pueden celebrar ni bienestar ni derechos; sólo pena, llanto, hambre, sed...Y también sed de justicia, no de bondades indivíduales o colectivas mediáticas que en ocasiones sólo son una estafa politicamente correcta.